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Mi mayor logro en 25 años de labor en la OIT: identificar al delegado cubano en la Comisión de Legislación Internacional del Trabajo
A punto de jubilarme, en los últimos días de junio de 2016, me pareció que convenía distraer a mis colegas del Departamento de Normas Internacionales del Trabajo de la enorme tristeza que provocaba mi partida con el relato de lo que me parece haber sido el resultado más notable de mi desempeño, de más de 25 años de labor, en la Oficina Internacional del Trabajo.
Mi logro más importante como miembro de la Oficina fue rectificar el nombre del delegado de la República de Cuba que aparece en la histórica foto de la Comisión de Legislación Internacional del Trabajo, foto tomada en París, al inicio de la Conferencia de Paz, el 25 de enero o el 1 de febrero de 1919, como resulta de las búsquedas que hice para este relato.
1. A. Fontaine — 2. L. Jouhaux — 3. Barón Capelle — 4. Barón Mayor des Planches — 5. E. Phelan — 6. Dr. G. E. di Palma Castiglione — 7. Fosty — 8. Coronel Lister — 10. Gordon L. Berry — 11. Guy H. Oyster — 12. Sra. Jackson — 13. G. M. Hodgson — 14. E. Mahaim — 15. Conde Zoltowski — 16. E. Benés — 17. Dr. Martínez Ortiz — 18. A. N. Hurley — 19. H. M. Robinson — 20. H. B. Butler — 21. E. Vandervelde — 22. P. Colliard — 23. Samuel Gompers — 24. G. N. Barnes — 25. Sir Malcom Delevingne — 26. L. Loucheur.
Durante muchísimos años, la foto de la Comisión de Legislación Internacional del Trabajo estuvo expuesta, entre otras reliquias de los archivos de la OIT, en las cercanías de la cafetería de la sala del Consejo de Administración. Todo ese tiempo, mientras tomaba tazas de café con leche y de té que consumí diariamente durante mis años de funcionario, me detuve a admirar el rostro del número 17 de la foto, el único nombre latinoamericano, entre tantas distinguidas personalidades europeas. El nombre que se indicaba para el número 17 era el de Sánchez de Bustamente. Antonio Sánchez de Bustamente y Sirven (1865-1961), a quien me permito respetuosamente llamar Don Antonio, el destacadísimo autor del Código de Derecho Internacional Privado, sobre el cual había escuchado hablar en la Facultad de Derecho de Buenos Aires y se sigue estudiando en los buenos cursos de derecho en las Américas.
Los bigotes del número 17 también retenían mi atención, dado que nunca logré hacer crecer por debajo de mi nariz un bigote digno de ser lucido.
En marzo de 2016, cuando ya había alcanzado la edad de la jubilación, durante los tres meses en que se extendió mi contrato con la Oficina, me invitaron a preparar una misión a Panamá para destrabar el proceso de ratificación del Convenio sobre pueblos indígenas y tribales, 1989 (núm. 169).
Como de manera recurrente se me preguntaba por qué la OIT se ocupa del tema indígena, para preparar mis presentaciones en Panamá, me detuve a analizar el texto del Tratado de Versalles, la preciosa copia original que mi suegra Jacqueline D. tuvo la grandísima bondad de regalarme. Sólo al tocar las hojas amarillentas del Tratado de Paz se entiende que la Sociedad de las Naciones tenía entre sus prioridades promover las condiciones de vida de los pueblos y comunidades “non encore capables de se diriger eux-mêmes dans les conditions particulièrement difficiles du monde moderne” (artículo 23 en la página 34 del texto oficial). La Organización del Trabajo debía elaborar convenios internacionales del trabajo que podían o no ser aplicados en las colonias (artículo 421 del Tratado de Paz en las páginas 421-422 del texto oficial). En consecuencia, desde 1935 hasta 1955, la OIT adoptó normas sobre los trabajadores indígenas en territorios coloniales.
Panamá había adherido y tiene en vigencia cuatro de los cinco convenios sobre los trabajadores indígenas en territorios coloniales que se adoptaron hasta 1955. Además, hasta el momento de escribir estas líneas, Panamá, al igual que Cuba, tienen en vigencia el Convenio núm. 107 sobre las poblaciones indígenas y tribuales, adoptado en 1957. Para lograr la ratificación del Convenio núm. 169 de 1989, me parecía importante refrescar mis ideas releyendo el Tratado de Versalles y presentar este contexto histórico a mis interlocutores en Panamá.
Once países latinoamericanos (Bolivia, Brasil, Cuba, Ecuador, Guatemala, Haití, Honduras, Nicaragua, Panamá, Perú y Uruguay) y muy pocos delegados, habían estado presentes en la Conferencia de Paz. Por Panamá, figuraba el nombre de Antonio Burgos, Ministro Plenipotenciario de Panamá en Madrid, sobre quien no logré, al momento de visitar Panamá en 2016, recabar ninguna información particular. Recién dos años más tarde, voy a poder consultar el lúcido balance de la Conferencia de Paz y de la situación europea que publicó el delegado panameño, en Italia, en 1925[1].
Aunque estaba preparando una visita a Panamá, me detuve nuevamente en el nombre del delegado cubano que había firmado el Acta de la Conferencia de Paz: Antonio Sánchez de Bustamante, que ponía en evidencia sus títulos más apreciados: Decano de la Facultad de Derecho y Presidente de la Sociedad Cubana de Derecho Internacional, diplomas que indudablemente aumentaban el respeto a su persona y país.
El doctor Martínez Ortiz, el delegado cubano en la Comisión de la Legislación Internacional del Trabajo, reaparece en la foto
En aquellos días de mayo de 2016 que seguía preparando la misión a Panamá, Fiona Rolian – la animadora del grupo de amigos y jubilados de la OIT en Facebook, tuvo la ocurrencia de publicar la foto que reproduzco más abajo, en la que se destaca un personaje con un bellísimo bigote cano, que yo no pude sino asociar inmediatamente con el personaje del número 17 de la Comisión de Legislación Internacional del Trabajo.
Sin embargo, los bigotes blancos de la foto anterior fueron inmediatamente atribuidos a Ethelbert Stewart, director de la Oficina de Estadísticas de los Estados Unidos.
Para disipar toda duda sobre el rostro de don Antonio busqué y encontré su foto en internet. Don Antonio tenía un rostro muy triangular, con una pequeña chivita blanca, que para nada coincidía con el rostro redondo de quien lucía sus bigotes blancos en la Comisión de la Legislación Internacional del Trabajo.
Sábado 25 de enero de 1919: don Antonio zarpa desde La Habana y el doctor Martínez Ortiz participa en la primera reunión de la Comisión de Legislación Internacional del Trabajo
En el mentado sitio de Facebook donde algunos jubilados de la OIT pasan una parte importante de su valioso tiempo, Fiona Rolian también compartió una página de la publicación ilustrada The Cuba Review, que ofrece un reportaje sobre el embarque de don Antonio hacia la Conferencia de Paz.
De lo publicado por The Cuba Review, sabemos que don Antonio se embarcó el 25 de enero de 1919, en route to France. “The delegates sailed from New York on the United States transport Orizaba and reached Paris on February 8. Prior to the arrival of Dr. Bustamante, Cuba was represented at the conference by Rafael Martínez y Ortiz, Minister to France”.
Al buscar informaciones sobre el doctor Rafael Martínez Ortiz, encontré en un blog una foto del personaje que mejor correspondía al número 17 en la Comisión de la Legislación Internacional del Trabajo. Se trataba del blog de Jorge Ferrer, cubano radicado en Barcelona, escritor y traductor del ruso al español[2].
Jorge Ferrer despertó mi curiosidad sobre la vida y obra de Rafael Martínez Ortiz y me dio la primera fuente de la historia de amor que conté a mis colegas al despedirme de la OIT. Tampoco voy a anticipar una historia de amor que se reserva para quienes tengan la paciencia de terminar la lectura de este texto.
En efecto, no fue fácil superar las resistencias de los responsables de los Archivos de la OIT, mis queridos Remo Becci y Jacques Rodriguez, y convencerlos que el número 17 de la foto no era el prestigioso don Antonio, sino un desconocido doctor Martínez Ortiz. Sin embargo, cuando Remo Becci revisó las versiones anteriores de las indicaciones que acompañaban a la foto de la Comisión de Legislación Internacional del Trabajo, en una primera versión de la viñeta no aparecía el nombre de Sánchez de Bustamante sino que surgió el nombre de Martínez Ortiz.
Jacques aceptó en Facebook que:
Après vérification, et grâce à la perspicacité de Natan, nous avons effectivement reconnu que la personne dont la silhouette correspondant à la vignette no.17 sur la photo de la Commission de la Législation internationale du Travail, n’était pas celle de Antonio Sánchez de Bustamante mais celle de Rafael Martínez Ortiz.
Nous ferons la correction dans nos archives. Merci Natan Elkin d’avoir contribué à corriger cette erreur quelques 90 ans après.
Que conste también que, en 1926, al inaugurarse la primera sede propia de la Oficina Internacional del Trabajo, en un documento ilustrado se reproduce la foto de la Comisión de la Legislación Internacional del Trabajo, con el nombre (errado) de don Antonio. Agradezco a Stanley Taylor, otro distinguido miembro de ILO Friends que tuvo la amabilidad de compartir, en junio de 2018, el Building inauguration booklet, 1926.
Reitero que, a muy pocos días de dejar la Oficina, me pareció haber alcanzado el punto culminante de mi carrera profesional: corregir un error que perduraba desde hacía 90 años y permitir a las nuevas generaciones que conozcan el nombre y rostro del delegado cubano que sonriente soportaba el frío de Paris rodeado por las muy eminentes personalidades que compusieron la Comisión de la Legislación Internacional del Trabajo.
El día y las personalidades de la foto: 25 de enero / 1 de febrero de 1919
Las actas detalladas de la Comisión de la Legislación Internacional del Trabajo se publicaron en el Boletín Oficial de la Oficina y se pueden consultar en internet[3]. De esta manera, se identifica, con el número correspondiente en la viñeta de la foto, quienes fueron las personalidades que se reunieron el 25 de enero de 1919 para iniciar las discusiones que concluyeron con el establecimiento de la OIT.
El acta de la reunión del sábado 25 de enero de 1919, celebrada en el Ministère du Travail, Hôtel du Ministre, Salle à manger, dice así:
La Conférence des Préliminaires de Paix, dans sa séance plénière du 25 janvier 1919, […] a décidé de nommer, pour l’étude de la législation internationale du travail, une Commission composée de quinze membres, à raison de deux membres pour chacune des Grandes Puissances (Etats-Unis d’Amérique, Empire britannique, France, Italie, Japon) et de cinq membres élus pour l’ensemble des Puissances à intérêts particuliers. Dans la Réunion tenue par ces dernières Puissances, le 27 janvier 1919, la Belgique a été choisie pour désigner deux Représentants et Cuba, la Pologne et la République Tchéco-Slovaque chacun un Représentant. (…). La composition de la Commission, à la suite de la désignation de ses Représentants par chacun des Etats intéressés, se trouve ainsi être la suivante:
Etats-Unis d’Amérique : Hon. A. N. Hurley (18), Président de la Commission des transports maritimes; M. Samuel Gompers (23), Président de l’American Federation of Labor.
Empire britannique : The Rt. Hon. G. N. Barnes (24), Ministre sans portefeuille ; Sir Malcolm Delevingne (25), K.C.B., Sous-Secrétaire d’Etat permanent à l’Intérieur.
France : M. Colliard (22), Ministre du Travail et de la Prévoyance sociale ; M. Loucheur (26), Ministre de la Reconstitution industrielle.
Italie : Le baron Mayor des Planches (4), Ambassadeur honoraire, Commissaire général de l’Emigration ; M. Cabrini, député.
Japon : M. Otchiai, Envoyé extraordinaire et Ministre plénipotentiaire de S. M. l’Empereur du Japon à La Haye ; M. Oka, ancien Directeur des Affaires commerciales et industrielles au Ministère de l’Agriculture et du Commerce.
Belgique : M. Vandervelde (21), Ministre de la Justice, Ministre d’Etat ; M. Mahaim (14), Professeur à l’Université de Liège, Secrétaire de la section belge de l’Association internationale pour la protection légale des travailleurs.
Cuba : M. de Bustamante, Président de la Société cubaine de droit international, Professeur à l’Université de la Havane. Remplacé provisoirement par : M. Rafael Martinez Ortiz (17), Envoyé extraordinaire et Ministre plénipotentiaire de Cuba à Paris.
Pologne : Le comte Jean Zoltowski (15), Membre du Comité national polonais (Délégué provisoire).
République Tchécoslovaque : M. Bénès (16), Ministre des Affaires Etrangères.
Al terminar la reunión, la comisión tenía una mesa en la que cada una de las cinco potencias obtuvo un lugar, aunque el Ministro Loucheur (26) se opuso cordialmente a que se nombren dos secretarios generales y solamente aceptó que H. B. Butler (20) sea adjunto de A. Fontaine (1). La composición de la mesa fue la siguiente:
Président : Samuel Gompers (23) (Etats Unis).
Secrétaire général : M. Arthur Fontaine (1) (France).
Secrétaire général adjoint : M. H. B. Butler (20) (Empire Britannique)
Secrétaires :
Etats-Unis d’Amérique : M. Guy H. Oyster (11).
Italie: M. G. E. di Palma Castiglione (6).
Japon: M. Yoshisaka.
Belgique: Comte G. de Hemericourt de Grunne.
Liaison avec le Secrétariat général de la Conférence : M. J. Duboin.
Las actas también permiten determinar que el doctor Martínez Ortíz estuvo presente el 25 de enero y los días 1, 4 y 5 de febrero. Después de estas cuatro reuniones, el doctor Martínez Ortiz fue reemplazado por Don Antonio. De las cuatro oportunidades en las que asistió el doctor Martínez Ortiz; Eduard Benes, el ministro de Relaciones Exteriores de la República Checoeslovaca, solamente estuvo presente el 25 de enero y 1 de febrero. No hubo ningún otro día en que hayan podido coincidir el doctor Martínez Ortiz y Benes. En consecuencia, la foto fue tomada el 25 de enero o el 1 de febrero de 1919.
Rostros sonrientes y tensiones entre aliados
En sus palabras de bienvenida, el 25 de enero de 1919, el Ministro Colliard propuso que Sam Gompers fuera elegido presidente de la comisión, lo que dio lugar a manifestaciones unánimes de apoyo. El Conde Zoltowski dejó sentado en actas que estaba «heureux de voir M. Gompers élu Président» y agregó algunas palabras que conjeturo que Gompers comprendió mejor que los otros miembros de la comisión: «Les ouvriers polonais ont trouvé aux Etats-Unis un excellent accueil; ils sont répartis dans les usines d’un grand nombre de pays et ont grand intérêt à l’établissement d’une législation internationale». Sam Gompers había nacido en Londres, en 1850, en una familia judía oriunda de Amsterdam y durante su niñez asistió a las clases de un colegio judío laico. Cuando Sam tenía 13 años, la familia Gompers se instaló en el Lower East Side de Nueva York. Los obreros polacos que tenía en mente el Conde Zoltowski eran, en gran parte, judíos, víctimas de matanzas colectivas, como había ocurrido en Lemberg, escasos dos meses antes de la reunión de la comisión, del 21 al 23 de noviembre de 1918[4].
Si traigo a colación los acontecimientos en Lemberg que, en ese momento, se encontraba en territorio polaco y hoy en Ucrania (la ciudad se llama Lviv), es para destacar que, pese a las sonrisas unánimes que se ven en la foto, en ese momento también se habían multiplicado los enfrentamientos entre los países que se encuentran en la imagen. El ejército checoeslovaco, el 23 de enero de 1919, se había apoderado de la ciudad de Tesen, en territorio polaco[5], sin que eso impidiera al eminente Eduard Benes (16) fotografiarse justo al lado del Conde Zoltowski (15).
El sábado 24 de enero de 1919, el presidente Woodrow Wilson, presente en la Conferencia, trató de imponer orden entre las delegaciones: “acts of force “will seriously prejudice the claims of those who use such means” creating “the presumption that those who employ force doubt the justice and validity of their claim” and imply that their purpose was to “set up sovereignty by coercion rather than by racial or national preference and natural historical association… if they expect justice, they must refrain from force and place their claims in unclouded good faith in the hands of the Conference of Peace”.
También conjeturo que Gompers, al ver que un delegado cubano se encontraba en la comisión, sintió una emoción personal. Al igual que su padre, Samuel había trabajado en la confección de cigarros. En 1875, fue electo presidente del sindicato Cigar Makers’ International Union Local 144 y hasta su muerte, en diciembre de 1924, ocupó la primera vice presidencia del sindicato Cigar Makers. Las biografías de Gompers destacan sus relaciones con Cuba: “Gompers, who had ties with the Cuban cigar workers in the U.S., called for American intervention in Cuba; he supported the resulting war with Spain in 1898. After the war, however, he joined the Anti-Imperialist League to oppose President William McKinley’s plan to annex the Philippines[6]”.
El código genético de la OIT en la foto
La OIT se define como una institución “tripartita” en la que se buscan consensos entre los representantes gubernamentales, de los empresarios y de los sindicatos para alcanzar los fines de la Organización. El origen del tripartismo se encuentra en esta comisión de la conferencia de paz que además de contar con delegados gubernamentales, se asociaron personalidades representativas de los sindicatos (Sam Gompers (23), Leon Jouhaux (2)), de los empresarios, A. N. Hurley (18) y de la sociedad civil, como E. Mahaim (14), profesor de la Universidad de Lieja y secretario de la sección belga de la Asociación Internacional de la Legislación del Trabajo.
La Asociación Internacional de la Legislación del Trabajo, una agrupación privada establecida en Basilea en 1901, disponía de corresponsales en distintos países, buscó difundir y analizar la innovadora legislación que se adoptaba a nivel nacional para regular las condiciones de trabajo. Sir Malcolm Delevingne (25), Subsecretario inglés del interior, también fue un miembro activo de esta asociación, al igual que Arthur Fontaine (1), el director del Office du Travail.
Las personalidades más destacadas se encuentran en la primera línea de la foto: Sam Gompers (23), el presidente del principal sindicato norteamericano, con los cuatro ministros de las Grandes Potencias: Pierre Colliard (22), el Ministro de Trabajo de Francia, a su izquierda; y G. N. Barnes (24), el Ministro británico sin cartera, y Louis Loucheur (26), el Ministro francés de la Reconstrucción industrial, a su derecha. Lograron parecer estar en la primera línea, a la izquierda, E. Vandenverde (21), el Ministro belga de la Justicia, con su acólito E. Mahaim (14), exponente de la Asociación Internacional de la Legislación del Trabajo.
Albert Thomas, que había precedido a Louis Loucher (26) como ministro del Armamento francés, será electo primer director de la Oficina gracias a la acción conjunta de Arthur Fontaine (1) y León Jouhaux (2) quienes logran derrotar al candidato británico, Butler (20). Cuando muere A. Thomas (mayo de 1932), Butler (20) ocupará la dirección de la Oficina hasta diciembre de 1938. El norteamericano John Winant, que ya era subdirector general, ocupa la dirección durante un breve período (1939-1941). Otra persona que ya estaba en la foto, E. Phelan (5), dirige la Oficina hasta 1948 (reconvertido de británico a irlandés).
El Premio Nobel de la Paz de 1951, atribuido a León Jouhaux (2), descollante personalidad del sindicalismo francés, se destacará como representante sindical en el Consejo de Administración de la OIT. Igualmente A. Fontaine (1) que había sido electo el primer presidente del Consejo de Administración de la OIT, retiene la posición hasta su muerte (septiembre de 1931). A la misma corriente sindical francesa que Jouhaux, CGT Force Ouvrière, perteneció Gabriel Ventejol (1919-1987), quien lo acompañó y finalmente reemplazó como representante sindical en el Consejo de Administración. En 1977 y 1984, Gabriel Ventejol presidió dos rondas de discusiones sobre las normas internacionales del trabajo que siguen siendo el substrato de la política normativa de la OIT y de algunos temas pendientes y candentes hasta el presente.
Mi conclusión es que el perfil de las personalidades que se reunieron en 1919 para crear la OIT sigue condicionado la vida de la Organización hasta el momento actual. El presente director general, Guy Ryder, es un sindicalista británico, con profundas raíces en Bruselas, la sede de las principales organizaciones sindicales social-democráticas y cristianas. Salvo una década chilena de Juan Somavía (1999-2008), se alternaron en la Oficina directores generales británicos (Butler, Jenks y Ryder) / irlandeses (Phelan); franceses (Thomas, Blanchard); norteamericanos (Winant, Morse) y, obviamente, un belga (Hansenne).
Cuatro aristócratas en la foto
El Barón Edmond Mayor des Planches (4) tuvo una fecunda carrera diplomática en Italia, aunque había nacido en Lyon (Francia), de una familia judía originaria del cantón de Vaud (Suiza), según la enciclopedia Treccani.
A la izquierda del Barón Edmond (4) y a la derecha de León Jouhaux (2), aparece un sombrero y bigote chaplinescos que corresponden al joven Barón Robert Capelle (3), de Bélgica. El Barón R. Capelle prosigue en la diplomacia hasta ser el jefe de gabinete del ministro E. Vandervelde (21) (en 1926). El Barón R. Capelle fue nombrado secretario del Rey Leopold III, quien le dará la dignidad de conde. El Conde Robert tendrá que responder a las acusaciones sobre la colaboración con el ocupante nazi que llevaron a la abdicación del Rey Leopold III. Me intrigan que hayan estado uno al lado del otro, L. Jouhaux (2), que resistió y luchó contra el nazismo, y el Conde Robert (3), que colaboró con la ocupación nazi de su país.
También era conde, el Comte Zoltowski (15), que figuraba como miembro del Comité nacional polaco, dado que la República de Polonia se estableció solamente al finalizar la Conferencia de Paz. Una familia condal polaca enterrada, con todos los honores de su rango, por Lázaro Costa en La Recoleta.
También pertenecía a una familia condal el dottore Guglielmo Emanuele di Palma Castiglione (6), nacido en Turín, en 1879. Luego de ocuparse de temas migratorios[7] en el Ministerio de Asuntos Exteriores, se incorporó a la Oficina el 1 de febrero de 1920 y se jubiló en diciembre de 1937. G. E. Di Palma Castiglione publicó, en una prestigiosa revista florentina, una reseña sobre L’Organizzazione internazionale del Lavoro e la XI Sessione della Conferenza Internazionale del Lavoro[8] que retuvo la atención de Antonio Gramsci en la cárcel fascista[9].
Cuba en la Conferencia de Paz
Cuba fue el último territorio americano que se independizó de España al firmarse el tratado entre Estados Unidos y España, en Paris, en diciembre de 1898. Recién en 1902 Cuba eligió un presidente nacido en la isla, Mario García Menocal. El general Menocal ocupó la presidencia durante dos mandatos consecutivos (1913-1917 y 1917-1921). Aunque siempre alineado con la política exterior de los Estados Unidos, la decisión de Menocal de declarar la guerra al Imperio Alemán y participar en la Primera Guerra Mundial fue el primer acto internacional del país.
La declaración de guerra se acompañó de algunos aspectos curiosos y propios que muestran su voluntad de adquirir visibilidad en la escena internacional. Cuba adopta una “ley de auxilio pecuniario a los aliados” que autorizó créditos al Ejecutivo para auxiliar al mantenimiento de hospitales, ambulancias y asilos que pudiera establecer la Cruz Roja cubana en Europa y para el sostén de los soldados y familiares víctimas de la guerra. Mediante dicha ley, se creó la “Comisión Cubana de Propaganda de la Guerra y de auxilio a sus víctimas”. También se alentó a la población cubana a que contribuyera al esfuerzo de guerra de los aliados mediante donativos en metálico y en productos, fundamentalmente a las víctimas de guerra en Francia.
Es importante recordar la otra información que ofrece The Cuba Review sobre el empeño que puso el Gobierno de Cuba para apoyar a su delegación a la Conferencia de Paz: President Menocal signed a decree authorizing a credit of forty thousand dollars, of which ten thousand dollars will be assigned to the personal expenses of the journey and the expenses for three months of the delegation form the Republic of Cuba to the Peace Conference, the other thirty thousand dollars to be used for whatever expenses may be incurred by the delegation while in Paris.
El Orfelinato de Guerra Cuba en Paris
La Esfera, el más prestigioso periódico ilustrado español de la época, en su edición del 3 de mayo de 1919, se hará eco de la voluntad cubana de solidarizarse con las víctimas de la guerra en Europa. En la edición del 3 de mayo de 1919, una página entera firmada por Eduardo Zamacois[10] elogia la actuación de Cuba en Europa. La foto de la Primera Dama, doña Mariana Seva de Menocal, en su calidad de Presidenta del Comité de Damas de la Cruz Roja ilustra la parte superior de la hoja, mientras que en el margen inferior izquierdo aparece la foto del doctor Martínez Ortiz, el Ministro de Cuba en Paris.
Eduardo Zamacois no puede evitar consagrar una elegía al presidente Menocal y menciona el diploma de ingeniero civil que obtuvo en la Universidad Cornell y su actividad empresarial. El presidente Menocal, también conocido como “el mayoral de Chaparra[11]” era “el director de la empresa azucarera más rica del mundo”. En efecto, se trató de un negocio remunerador para los ingenios colocar el azúcar cubano en Estados Unidos, a un precio amigo, para sostener el esfuerzo de guerra de los aliados[12].
El artículo de Zamacois destaca que el doctor Martínez Ortiz, el Ministro de Cuba en Paris, propuso la inmediata fundación de un ““Orfelinato de Guerra” en el cual cien niños pertenecientes a las dos naciones que más han sufrido – Bélgica y Francia – recibirán educación y albergue decoroso”. La iniciativa cubana de proteger a la infancia europea, se debe, según supone el artículo, “al senador don Cosme de la Torriente, y su realización perentoria a la diligente decisión del general Menocal y de su esposa, mujer toda ternura, dulce como una página del Evangelio, en quien rivalizan la noble hermosura del corazón y la caliente belleza criolla del rostro”.
Si acaso cabría actualizar las líneas del periodista utilizando el lenguaje oficial de la OIT se diría que niños europeos recibirán educación y albergue “decente” en un orfanatorio cubano en Paris. También se harían desaparecer de los textos oficiales toda mención a “la caliente belleza criolla del rostro” de la Primera Dama. Aunque se exploraría la relación entre Ana Torriente, mi sucesora en el Departamento de Normas Internacionales del Trabajo, con las iniciativas de alguno de sus muchos antepasados muy ilustres, entre los cuales se cuenta seguramente el inspirado senador Cosme de la Torriente, a quien se debe, según Zamacois, la iniciativa de crear un orfelinato de guerra cubano, en Paris.
Según Zamacois, el Gobierno cubano sufragaría todos los gastos de mantenimiento de los niños belgas y franceses que vayan a instalarse en el “Orfelinato de Guerra Cuba”. En el reglamento del Orfelinato, se había previsto que “el estudio del idioma español es obligatorio”, con la intención de atraer nuevos inmigrantes belgas y franceses hacia Cuba.
El delegado de Panamá se coordina con Cuba
Antes de seguir adelante, conviene saber que la delegación cubana gozaba de la confianza de las otras delegaciones latinoamericanas presentes en la Conferencia de Paz. Según Antonio Burgos, el delegado de Panamá, constituida la Conferencia, “los fuertes – el Consejo Supremo de los Aliados – celebraba constantemente sesiones secretas, discutía, resolvía, ejecutaba, y sólo dejaba conocer algunas de sus decisiones a las pequeñas potencias en sesiones plenarias. En estas deliberaciones se nos permitía a los delegados, para llenar las apariencias, exponer nuestro punto de vista, pero sin que nuestro dictamen fuera tomado en cuenta; y menos que cualquier actitud nuestra, contraria o favorable, pudiera influir sobre las cuestiones resueltas de antemano por los señores del Consejo Supremo”[13].
Los delegados latinoamericanos, que se reunían semanalmente en el Hotel Meurice, siguieron los juiciosos consejos de don Antonio y aceptaron que sólo prosperarían en la Conferencia de Paz aquellas iniciativas presentadas por las Principales Potencias Aliadas y Asociadas (Estados Unidos, Imperio Británico, Francia, Italia y Japón). Según Antonio Burgos, don Antonio, el ilustre colega cubano, se expresó “poco más o menos de este modo”:
“Debemos considerar que hemos venido a París como hubiésemos ido a cualquier otra parte, con el propósito, eso sí, de que en cada uno de nuestros actos y en cada una de nuestras decisiones, quede a salvo sobre todo la dignidad de la independencia y de la soberanía nacional de cada uno de nuestros países Esta debe ser la nota fundamental de nuestra conducta, la base de nuestra acción, a la que debemos subordinar luego otra serie de asuntos o detalles, algunos de intereses extremos, pero ninguno de la importancia capital que para nosotros debe tener la dignidad de la soberanía y de la independencia de los estados que representamos. Nuestra conducta aquí en París debe responder a este móvil altísimo, de tal suerte que no descendamos a intrigas que pueden acarrearnos un desaire ni a peticiones inadecuadas que pudieran exponernos a repulsas. Nuestra norma debe ser la de que nuestra arrogancia no resulte ridícula, medida por nuestro poder, y nuestra debilidad no resulta, indigna, medida por nuestro derecho[14]”.
La Paz de Versalles en la Cámara de Representantes: el “triunfo cubano en París”
En octubre de 2009, mi dilecto amigo y colega Germán López Morales, en su calidad de director de la Oficina de la OIT para México y Cuba, tomó la excelente iniciativa de organizar una actividad en La Habana en la que, entre otras cosas, promocionamos el Convenio sobre la consulta tripartita (normas internacionales del trabajo), 1976 (núm. 144). El Convenio núm. 144 está destinado a reforzar el triparitsmo y los mecanismos de consulta entre las autoridades gubernamentales y los representantes de las organizaciones de empleadores y de trabajadores.
Como se trataba del año 2009, el documento que debía introducir el Convenio núm. 144 en Cuba no podía escapar al frenesí que cunde en la OIT cada vez que el calendario gregoriano termina en 9. Con la debida anuencia de las autoridades locales, se debía resaltar aquello que en Cuba se estaba haciendo para que la adhesión al Convenio núm. 144 pareciera algo sencillo.
Con bastante inocencia, me pareció evidente que halagaría a nuestros interlocutores cubanos destacar la labor de don Antonio en la Conferencia de Paz. Además, teníamos la foto que demostraba que Cuba había estado presente en el mágico y exclusivo momento de la creación de la Organización Internacional del Trabajo.
Con la colaboración de una excelente e inolvidable pasante mexicana, la doctora Montserrat González Garibay, tuve la suerte de encontrar un documento inesperado: el discurso pronunciado por Fernando Ortiz[15], en su calidad de vicepresidente de la Cámara de Representantes, en la sesión del 4 de febrero de 1920, sesión dedicada a discutir la adhesión de Cuba a la Sociedad de las Naciones.
Según don Antonio, la actuación de la delegación cubana merecía ser considerada como un “triunfo cubano en París”. Lamentablemente, no tengo la documentación gubernamental sometida a la Cámara de Representantes ni al discurso pronunciado por don Antonio.
La lectura del folleto que publica F. Ortiz[16] deja dudas sobre si efectivamente Cuba había triunfado en París. F. Ortiz critica en términos generales al gobierno Menocal por haber demorado la presencia de don Antonio en París y pone en relieve lo actuado por “nuestro competente Ministro Plenipotenciario en París, el doctor Rafael Martínez Ortiz”. Subsidiariamente, F. Ortiz se congratula de la intervención del doctor Martínez Ortiz ante las autoridades francesas para evitar que se aumenten las tasas aduaneras francesas a la importación del tabaco cubano – “simple problema de diferencia aduanal que fue ajustada por la habilidad y la pericia que todos le reconocen al doctor Martínez Ortiz” (pág. 7).
F. Ortiz indica que “[…] nuestro primer Delegado hubo de representar a Cuba en las primeras sesiones de las Conferencias y de obtener un éxito, al conseguir de aquel congreso de naciones que la República de Cuba pudiese ser representada … precisamente en una de las secciones más importantes, en la que iba a afrontar la legislación mundial del trabajo” (pág. 8).
Según F. Ortiz, “uno de los delegados belgas” (es decir, Emile Vandervelde o Ernest Mahaim) propuso al doctor Martínez Ortiz que participe en la Comisión de la Legislación Internacional del Trabajo “representando a toda la América del Sur, con la aquiescencia de nuestras hermanas de independencia, estirpe y cultura” … “Cuba era admitida como digno heraldo de toda una civilización” (págs. 8-9).
Don Antonio habría afirmado ante la Cámara de Representantes que, gracias al establecimiento de la Organización del Trabajo, la Conferencia de Paz había suprimido “la esclavitud económica del obrero”. Aunque F. Ortiz reconoce que se redactó en París “la carta fundamental del proletariado”, tempera los ardores de don Antonio y se detiene en el artículo 427 del Tratado de Paz que enumeran los nueve principios y los métodos a los que se les asigna una importancia particular y urgente para alcanzar los objetivos de la Organización del Trabajo.
F. Ortiz desarrolla un contrapunto entre la letra del artículo 427 del Tratado de Paz y la realidad de los trabajadores cubanos (págs. 27-28) que merece ser recordado:
[…] “En el Tratado se dice que ya el obrero no podrá ser considerado como una mercancía[17], mientras el Delegado de Cuba, como el de otros Gobiernos, pensaría acaso como en su patria el obrero sigue siendo una mercancía, de libre cotización, desamparado ante los embates de la oferta y la demanda, como el azúcar o el tabaco, sin que la contratación del trabajo merezca en nuestra legislación consideración especial alguna.
Se establece en ese Tratado que el obrero debe ganar un jornal mínimo suficiente para satisfacer sus necesidades como la naturaleza y la cultura se los dictan; mientras, también aquí, el obrero sólo tiene su propia unión como defensa y el Estado cuenta con empleados que sólo perciben cuarenta o cincuenta pesos mensuales, insuficiente para una vida sana y civil.
Se consagra en la carta fundamental del proletariado que es libre la sindicación de patronos y obreros, mientras que aquí … ni se permite el más inofensivo ejercicio del derecho de reunión, ni el sindicalismo suele tener garantías cuando no lo practican los acaparadores de alimentos.
La jornada máxima no ha sido aún legislada entre nosotros, cuando ya ha llegado a ser precepto del Tratado de Paz, […].
La reparación del daño sufrido por los accidentes del trabajo, que es norma del Tratado, tiene en Cuba una pomposa consagración legal por lo común incumplida y adulterada por reglamentos gubernativos.
La mujer, que en el Pacto de la Paz conquista el derecho internacional a la protección pública como obrera y como madre, no merece en Cuba una consideración legal protectora.
Quieren los firmantes del Tratado de Versalles que todo Estado tenga un cuerpo de inspectores del trabajo, integrado por obreros y por mujeres, acaso para estímulo de aquellos como Cuba, que no han sabido organizar todavía un centro gubernativo y oficial que pueda afrontar y dirigir, con la competencia y la energía que demanden, todos esos conflictos sociales.
Esta relectura de una disposición convencional será un recurso oratorio utilizado con frecuencia por las delegaciones a la Conferencia Internacional del Trabajo. El orador exagera lo muy cercano o lo muy lejano que se está en su propio campo de lo que pretende una norma internacional del trabajo.
En todo caso, F. Ortiz fue consciente del alcance universal de los ideales de la OIT y al cerrar su discurso dice con énfasis:
“¡Convencionales de una nación apenas nacida: esas libertades que aquí consagramos no impiden que tengan que respetarse por los poderes públicos otras libertades que emanan de la reforma republicana del Gobierno y de la libertad individual! ¡Ojalá que la ingenuidad diplomática de Versalles obtenga mejores respetos que la ingenuidad convencional de Cuba!”.
[…]
“Si continuamos entregados a las ambiciones incultas y a los impulsos reaccionarios de la injusticia, nuestra situación en el mundo será más que modesta: seguiremos como hasta ahora, al borde del camino de la vida: perezosos, soñolientos, sin oír los gritos de las naciones que van marchando, y pidiendo, en harapos, una limosna de justicia y un respeto a nuestra soberanía, a las grandes naciones que al galope de su civilización nos van dejando atrás en la senda del futuro, jadeantes y mordiendo el polvo del progreso que se aleja”.
Imaginando que mis interlocutores cubanos en octubre de 2009, al recordar las palabras pronunciadas por F. Ortiz en 1920, podrían objetar que la OIT tampoco había agotado el mandato de 1919, me permití agregar un comentario personal que decía así: “A la luz del contexto actual, algunas de las aseveraciones anteriores continúan vigentes: la distancia que separa la legislación laboral internacional de su aplicación en un elevado número de países es aún considerable. El principio de consulta tripartita contenido en el Convenio núm. 144 cobra importancia en este contexto como puente entre la realidad nacional y los principios internacionales”.
Poco más de un año después del debate en la Cámara de Representantes, la delegación cubana obtuvo un verdadero triunfo en la Sociedad de las Naciones. El triunfo cubano ocurrió, en Ginebra, la bella mañana del 14 de septiembre de 1921, cuando la delegación cubana, cuyo jefe era el ilustre Cosme de la Torriente, obtuvo que don Antonio fuera electo juez de la Corte Permanente de Justicia Internacional[18]. Sin embargo, pocos años más tarde, la reelección de don Antonio indispondría a C. Wilfred Jenks, cuando era todavía un estudiante en la Universidad de Cambridge, antes de iniciar una brillante carrera en la Oficina.
Jenks: don Antonio y sus amigos, un fastidio para la Sociedad de las Naciones
Pese a todo lo bueno que cabía pensar de don Antonio, poco antes de ser reclutado en el servicio jurídico de la Oficina e iniciar una brillantísima carrera que culminaría con el cargo de Director General, Jenks[19] afirma que existe un Latin-American problem in the League of Nations[20].
Según Jenks, los problemas de la Sociedad de las Naciones se deben a que Cuba había logrado bloquear el consenso que requería la entrada en vigencia de la reforma del Estatuto de la Corte Permanente. Antes de participar en el consenso, la delegación cubana quiso asegurarse que don Antonio tenía renovado su nombramiento como juez en la Corte Permanente:
[…] it was loudly whispered in the Assembly couloirs that the only motive of the Cuban Government was a desire to protect the vested interest of a particular member of the Court. Then came the Court elections and Judge Bustamante, the individual in question, was triumphantly re-elected to his position by the caucus and their allies[21].
En efecto, tres países, según Jenks, “caribeños” (Colombia, Cuba y … El Salvador), habían tenido la osadía de solicitar por escrito que se les reserven puestos de magistrados, lo que le permite expresar a Jenks su preocupación por la ausencia de Brasil y de Chile en la Corte Permanente:
[…] Chilean[22] and Brazilian[23] candidates of great personal distinction failed to secure election and three judges were chosen from the Caribbean States. For the Portuguese variant of Latin-American law no place has been found upon the new court and the three Latin-American judges who will take office on January 1st are therefore less representative of the principal legal systems of the world than were their two predecessors.
Jenks identifica a los dos otros osados mosqueteros (los delegados de Colombia y de El Salvador en la Conferencia de la Sociedad de las Naciones) culpables de haber triunfado en su maniobra y obtenido su propio nombramiento en la Corte Permanente:
“But Judge Bustamente will doubtless revel in the company of Dr. Guerrero[24], of Salvador, and Señor Urrutia[25] of Colombia, both of whom signed the letter claiming three Latin-American places on the Court, the Statue of which their governments had not then ratified although they had signed in 1920”.
Aunque se pueden comprender que el joven Jenks haya tenido sus preferencias entre los países latinoamericanos, nada permite decir que El Salvador sea un país caribeño. En todo caso, las personalidades del doctor Urrutia y del doctor Guerrero, junto con la de don Antonio, convenían perfectamente como representantes de la cultura jurídica del continente. La actitud militante del joven doctor Guerrero anticipa su comportamiento ejemplar como Presidente cuando logra sustraer los archivos de la Corte Permanente del ejército alemán que ocupa La Haya durante la Segunda Guerra Mundial.
Sin entrar en un análisis de la labor desempeñada por los jueces latinoamericanos en la Corte Permanente, todo indica que don Antonio fue un juez destacado. El Juez Sánchez de Bustamante dictó dos opiniones disidentes: en relación con la competencia de la Corte Permanente, en el caso Concesiones Mavrommatis en Palestina, de agosto de 1924 y en el fallo sobre los Empréstitos serbos, de julio de 1929. Don Antonio también se opuso a la mayoría de la Corte Permanente en el dictamen sobre Carelia Oriental, en julio de 1923.
Stanley Taylor publicó en Facebook una imagen de los delegados latinoamericanos que participaron en la VIII reunión de la Asamblea de la Sociedad de las Naciones (septiembre de 1927), homenajeados por Motta, el presidente de la Confederación suiza, junto con Thomas, el director de la Oficina, foto tomada el lunes 26 de septiembre de 1927, publicada par La Patrie Suisse, el 5 de octobre de 1927, donde aparecen el doctor Guerrero y el doctor Urrutia.
En la página 171 del folleto publicado por la Secretaría de la Corte Internacional de Justicia, El Tribunal Permanente de Justicia Internacional, 1922-2002, se encuentra la siguiente bella imagen del doctor Guerrero caminando a orillas del río Mosa (Meuse, en francés) en las cercanías de la localidad holandesa de Limmel, en mayo de 1937, conversando con don Antonio, y casi al lado también camina, con la mano izquierda en el bolsillo y su mirada clavada en la punta de su zapato derecho, Julio López Oliván, el Secretario de la Corte Permanente[26].
Cuba, 1928: 16 convenios internacionales del trabajo ratificados
Jenks reconoce en su artículo que, en 1931, Cuba era el Miembro de América latina que más convenios internacionales del trabajo había ratificado (16 ratificaciones), un número tan alto de ratificaciones que los Estados Unidos de América tampoco han podido alcanzar un siglo después de la creación de la OIT. Aunque, en descargo de Jenks, y de mi propio desempeño en la OIT, cabe destacar que los Estados Unidos ratificaron el Convenio núm. 144. Salvo períodos excepcionales, los Estados Unidos conocen un fluido diálogo social y consultas tripartitas eficaces, y en Cuba, pese a mis esfuerzos, aún, no existe tal cosa.
Mejor evitar otra digresión y volver a las aventuras de Rafael: siendo el doctor Martínez Ortiz el Secretario de Estado de la República, la Oficina registra – el 7 de julio[27] y el 6 de agosto de 1928[28] – la ratificación de 16 convenios internacionales del trabajo por parte de Cuba. Jacques Rodriguez me permitió consultar los 16 instrumentos de ratificación: todos los instrumentos llevan la firma del Presidente Machado y el sello de la Secretaría de Estado… pero los instrumentos de ratificación han sido firmados por J. M. Fernández, en su calidad de “Secretario de Sanidad y Beneficencia e interino de Estado”.
Pese a la crisis económica internacional, el doctor Martínez Ortiz tenía otras importantes actividades que atender que le obligaron a dejar su despacho…
La vida y trayectoria del doctor Martínez Ortiz
Rafael había nacido en Santa Clara, el 20 de diciembre de 1857. Rafael fue hijo de José Martínez Ortiz, emigrante santanderino, y de la mujer cubana Cristina López-Silvero Ledón. Su nombre y apellido originales fueron Rafael Martínez López.
Los abuelos paternos de Rafael fueron Joaquín López-Silvero y Rudesinda Ledón. El médico cirujano Francisco Javier López(-Silvero) Ledón, su tío, hermano de su madre, “estaba completamente establecido” en Arenys de Mar, como tuvo a bien indicarme Hug Palou i Miquel, el Director del Archivo histórico Fidel Fita del Ayuntamiento de Arenys de Mar, en las cercanías de Barcelona.
Luego de sus estudios de medicina en Barcelona, Rafael regresa a Cuba e inicia una carrera política que lo llevará a la Cámara de Representantes y al cargo de Secretario de Hacienda y de Agricultura, durante unos meses en 1910.
En enero de 1912, el doctor Martínez Ortiz publica “Cuba. Los primeros años de independencia”, un libro donde se presenta como “testigo de los sucesos desarrollados durante ese período constituyente de nuestra nacionalidad”. La primera edición está dedicada “A la ciudad de Santa Clara dedica esta obra. El Autor”.
La segunda parte de la obra se consagra a la intervención y al establecimiento del Gobierno de Tomás Estrada Palma, a las elecciones presidenciales de 1905, a la Guerra Civil, a la Segunda intervención y al restablecimiento de la República. Este volumen se publica en Paris, en septiembre de 1920, mientras el doctor Martínez Ortiz funge como representante de su país ante el Gobierno francés y participa en la Conferencia de Paz. El doctor Martínez Ortiz será Miembro correspondiente de la Academia de la Historia, por Santa Clara, nombrado en 1926.
La tercera edición de la obra también se publica en Paris, en 1929[29]. En esta edición, el doctor Martínez Ortiz agrega una nueva dedicatoria:
HONORABLE PRESIDENTE DE LA REPÚBLICA, GENERAL GERARDO MACHADO Y MORALES.
Señor Presidente:
Está dedicado este libro, desde su primera edición, a nuestra amada Villaclara; pero quiero ofrecer a usted, Honorable Señor Presidente, hijo el más esclarecido de esa nuestra ciudad natal, la tercera edición que aparece hoy de mi obra, formada con los recuerdos patrios de los primeros años de vida nacional. Dígnese, pues, Señor Presidente, aceptar la ofrenda sencilla y cordial de su amigo y coterráneo, Rafael Martínez Ortiz.
Jorge Ferrer asegura que la obra del doctor Martínez Ortiz sigue siendo una lectura recomendable y relata en su nota la escena narrada por el doctor Martínez Ortiz del primer encuentro entre Rafael Montoro[30] y Tomás Estrada Palma[31], donde el recién nombrado presidente le asegura al antiguo autonomista: “¡Cuba será la Suiza de América! Y Montoro señala a la calle y pregunta: ¿Y dónde están los suizos?”.
Al publicar la tercera edición de su crónica de la independencia, el doctor Martínez Ortiz funge como Secretario de Estado, cargo que ocupa de noviembre de 1926 hasta diciembre de 1930.
Aunque durante cuatro años ocupa un cargo político del más alto nivel, el doctor Martínez Ortiz se distrae viajando a Europa con dos tareas colaterales: publicar, en Paris, la tercera edición de su historia de Cuba y encargar la construcción, también en Paris, de un mausoleo dedicado al recuerdo de Emilia Rovira y Presas, su primer amor, mausoleo que se instala en el cementerio municipal de Arenys de Mar, en las afueras de Barcelona y al borde del Mediterráneo.
Sobre el amor perdido del doctor Martínez Ortiz en Arenys de Mar
Jorge Ferrer, el escritor y traductor cubano radicado en Barcelona me señaló el artículo de Montserrat Calas, titulado Ronda de Amor en Sinera, publicado en El País, el 24 de marzo de 2000. El relato parece ser una banal historia de amor entre la bella joven de una familia poderosa (Emilia Rovira y Presas) y el hijo del cartero del pueblo (Rafael Martínez Ortiz). El joven prospera cuando parte a las Américas, pero su amada se muere de pena, sin saber que su familia intrigó para impedirle tomar conocimiento de la correspondencia amorosa que le llegaba desde Cuba.
Según El País, los sucesos se pasaron de la siguiente manera:
Emilia Rovira era una bella muchacha de Arenys de Mar, hija de una familia de buena posición -su padre era procurador de los tribunales- que se enamoró de Rafael Martínez, un chico humilde hijo del cartero de la población. La familia de ella puso trabas al amor de los dos jóvenes y Rafael decidió marchar a América para hacer fortuna y volver más tarde a casarse con su amada. Pero la familia Rovira interceptó las numerosas cartas de amor que el joven le escribía desde el otro lado del Atlántico. En La Habana, Rafael hizo carrera política, fue secretario de Estado y representante de Cuba en París. Al no recibir respuesta a sus misivas, creyó que Emilia lo había olvidado y se casó con una joven cubana en las Antillas.
Emilia esperaba el regreso de su amado, pero la falta de noticias la terminó consumiendo, hasta que la pena y la tristeza acabaron con ella. Murió a los 33 años.
Tiempo después, Rafael, dueño ya de una importante fortuna y con una reconocida posición social como político y médico, regresó a Arenys por cuestiones laborales. Al conocer la verdad de su historia encargó la construcción de un panteón de mármol presidido por el busto de Emilia, esculpido a partir de una fotografía que la joven le regaló poco antes irse a América. La tumba, que costó 1.877 pesetas, cuenta con una discreta dedicatoria: “A su memoria dedica este recuerdo su amigo de la infancia Dr. Rafael Martínez Ortiz”. Rafael pretendía inhumar los restos de su amada y trasladarlos al panteón pero la familia de la chica se interpuso de nuevo entre los dos amantes y jamás lo permitió. Antes de cerrar la tumba, Rafael depositó en su interior una rosa que según la leyenda popular perdura intacta.
El Mundo, la misma fecha, publica un artículo firmado por Jordi Andreu, con el título: Epílogo para una historia de amor. Según El Mundo, Rafael había nacido en Cuba y cursaba estudios de medicina en Barcelona. La familia Rovira Oliver y Presas Canut se negó a aceptar que la hija Emilia Mercedes Esperanza de Rovira Presas se vaya a Cuba con el joven Rafael, diplomado de médico.
El texto que publicó El Mundo dice así:
Rafael MARTÍNEZ-ORTÍZ y Emilia ROVIRA iniciaron su romance en Arenys de Mar, donde él se había trasladado desde Barcelona, ciudad en la que vivía y estudiaba medicina. Cubano de nacimiento, visitaba a menudo la localidad del Maresme porque allí tenía a un familiar. De este modo conoció al que sería el amor de su vida. Pero jamás llegaron a casarse. La familia de Emilia, de origen aristocrático, se negó a dar su consentimiento. Según parece, la causa que pudo haber impedido su unión matrimonial fue el hecho de que ella tuviese que abandonar a su familia para trasladarse a Cuba, «algo que no entraba en los parámetros de la época», dijo ayer, Elvira Ortiz, una de las promotoras de esta iniciativa.
Rafael marchó a Cuba, desde donde escribía a Emilia con asiduidad. Pero la joven murió de pena y de amor a los 32 años ya que jamás llegó a recibir las cartas que Rafael MARTÍNEZ-ORTÍZ le mandaba. Las artimañas de la familia de Emilia impidieron que pudieran vivir su historia de amor e interceptaban el correo para que Emilia no tuviera noticia de su amado.
En Cuba, Rafael MARTÍNEZ-ORTÍZ se convirtió en un importante personaje público a raíz de la Guerra de la Independencia. Realizó una importante carrera política en la isla caribeña, desde donde fue enviado a París como representante político. Rafael, que se casó en Cuba, también fundó un periódico en su isla natal. En 1926, fue enviado de nuevo a Europa, algo que aprovechó para trasladarse a Arenys de Mar con el objetivo de conocer el paradero de la ya difunta Emilia ROVIRA. Tras conocer el trágico final de la joven, MARTÍNEZ-ORTÍZ hizo construir un panteón de mármol negro a donde pretendía que se trasladasen los restos mortales de su antiguo amor. Rafael encargó el panteón a un escultor francés, quien esculpió un busto con la preciosa imagen de Emilia a partir de una fotografía que ella regaló a Rafael antes de que partiera. Pero la oposición de los familiares resisitía, y se negaron a este traslado.
En efecto, Rafael cursó estudios de medicina en la Universidad de Barcelona. Quien puso orden en mi historia fue nuevamente Hug Palou i Miquel, quien confirmó que Rafael Martínez Ortiz había nacido en Cuba y también identificó al doctor cirujano Francisco Javier López(-Silvero) Ledón, tío de Rafael, hermano de su madre, establecido en Arenys de Mar.
El mausoleo de Emilia
En mayo de 2018, con mi hijo Ariel, salimos desde Samois-sur-Seine, en las orillas del bosque de Fontainebleau[32], y llegamos en coche hasta el cementerio municipal, en Arenys de Mar. El cementerio se encuentra ubicado sobre la colina que tiene una vista panorámica sobre el mar. El doctor Martínez Ortiz eligió un lugar particularmente estratégico para colocar su mausoleo, en la cúspide de la colina. En el momento de su inauguración, el mausoleo dominaba desde su altura a todo el cementerio, lo que quizás fue un eterno mensaje que dejó el doctor Martínez Ortiz a quienes se opusieron a sus amores juveniles.
La mirada del busto de Emilia no hace sino aumentar la tristeza del lugar.
Según Hug Palou y Miquel, en el verano de 1929 se recibió en Arenys el busto de Emilia y en el verano siguiente, se mandaron las piezas del mausoleo para ser montado en el cementerio municipal. Palou y Miquel bonifica mi relato con estas sugestivas indicaciones: “En realidad, el Dr. Martínez-Ortiz mantiene contacto permanente con el cura párroco José Casademont, quien viene a ser su representante en el asunto, y con una cierta frecuencia, también, con el maestro de obras encargado de los trabajos, Antonio Rossell. Son ellos quienes reciben las piezas y el busto”.
Como consta en la inscripción que figura a la derecha del mausoleo, fue una empresa funeraria francesa, les établissments Thoin, a quien el doctor Martínez Ortíz encomendó el mausoleo y un escultor francés que esculpió el busto de Emilia.
Les établissements Thoin siguen funcionando en 4 avenue du Cimitière, lindantes con el cementerio parisino de Saint Ouen (que no se confunda con el cementerio del ayuntamiento de Saint Ouen, muy cercano a la salida del Metro Mairie de St Ouen, de la muy popular línea 13 del metro). Para llegar a los establecimientos Thoin se camina por unas simpáticas calles de Saint Ouen y hay que dar con la (pequeña) avenida del Cementerio.
Al llegar a la empresa funeraria, me encontré con un equipo muy simpático y sorprendido por las fotos que les mostraba del monumento que la empresa había construido en 1929 y transportado en 1930. Lamentablemente, no habían conservado ningún archivo de la época que permita identificar al escultor del busto. Tampoco han quedado restos de la correspondencia que seguramente el doctor Martínez Ortiz intercambió con les établissements Thoin para discutir la construcción del monumento y su traslado desde Saint Ouen hasta Arenys de Mar.
Según me dijeron en la funeraria, el mausoleo fue construido en mármol de granito proveniente de una cantera de los Vosges cuya explotación se interrumpió hace años. El montaje de los distintos bloques de mármol del mausoleo se realizó mediante agrafes de ferraille, una técnica tradicional para ajustar las piedras.
Notas para concluir y proseguir en el Centenario de la OIT
Cuando comencé este documento, confiando en el cuento sobre el nacimiento de Rafael Martínez Ortiz en Arenys de Mar que se había publicado en El País, supuse que durante toda su vida había perdurado el amor de Rafael por Emilia y también por Catalunya.
Rafael Martínez Ortiz, un joven nacido en Arenys de Mar, pese a su pasión por la independencia y la política exterior de Cuba, su país de adopción, había secretamente mantenido su compromiso con Emilia y Catalunya, su país natal, y vivido gran parte de su vida en Paris.
La historia de Rafael, un diplomático latinoamericano varado en París, se cruza con algunas circunstancias que yo había vivido o estaba viviendo. Al dejar la Argentina en agosto de 1976, sin que haya influido directamente la situación política de la época, obtuve una beca para estudiar derecho europeo en la Universidad Católica de Lovaina. Apenas llegado a la ciudad flamenca donde todavía funcionaba la Facultad de Derecho, me sumé a un viaje que organizaba la Universidad para los estudiantes extranjeros que deseaban visitar Paris durante el largo fin de semana de la celebración del armisticio de la primera guerra mundial, muy importante feriado en Bélgica y Francia.
Esta visita conmemorativa del armisticio de noviembre de 1918, momento histórico directamente relacionado con el origen de la OIT, dio lugar a que, en noviembre de 1976, iniciara un romance con una joven y bella parisina. Que conste que logré que la bella y joven parisina acepte mis avances conversando sobre el derecho europeo del transporte, la integración europea era el tema que, en ese momento, nos apasionaba mutuamente. El romance se interrumpió cuando opté por casarme en Roma con quien era mi prometida argentina y fue la madre de mis hijos Ariel y Javier.
A diferencia de Rafael y Emilia, la joven parisina y yo guardamos secretamente las cartas que intercambiamos entre Lovaina y Paris. Veinte años después, al separarme de la madre de mis hijos, volví a París y logré recuperar la atención de la bella parisina, sin insistir demasiado ni en el derecho comunitario ni en las normas internacionales del trabajo. Mi regreso no parece haber sido tan desagradable dado que hasta su propia madre aceptó desprenderse de una copia original del Tratado de Versalles de 1919, una fuente primordial para la redacción de este documento.
De manera más prosaica, en la misma semana que me jubilé, obtuve la nacionalidad suiza, acabando con uno de mis sueños al inicio de mi carrera de funcionario internacional. Al ingresar a la OIT, pensaba que poco importaba mi país de origen y que el trabajo en una agencia de las Naciones Unidas me convertiría en un “ciudadano del mundo”. El Laissez Passer de las Naciones Unidos fue el sésamo que me abría las puertas de todos los países y los corredores privilegiados en los aeropuertos para el personal de las compañías aéreas y los diplomáticos.
Al redactar este documento logré conocer mejor las circunstancias que se vivieron durante la Conferencia de Paz y el papel que jugaron los únicos latinoamericanos presentes en la Comisión de la Legislación Internacional del Trabajo donde se redactó el acto fundacional de la OIT. Que el único personaje latinoamericano de la foto tomada el 25 de enero o el 1 de febrero de 1919, sea finalmente originario de Santa Clara, no deja de excitar mi imaginación argentina.
Sin embargo, siempre me pareció que el conocimiento de los antecedentes históricos (geográficos y económicos) y la discusión de los argumentos de todas las partes basándose en el derecho, crea un camino para persuadir a los sectores implicados en un conflicto social a que renuncien a la violencia. Dejar de lado la violencia y aceptar procedimientos que permitan llegar a acuerdos y consensos es el problema medular en las discusiones actuales sobre la consulta para los pueblos indígenas que la OIT consagró en el Convenio núm. 169.
Mucho me sorprendió encontrarme en España, donde nos mudamos desde Ginebra al jubilarme, con el proceso catalán. El punto preciso de contacto entre el proceso catalán y los temas que abordé en este documento figura en el libro de Ph. Sands[33] que parte de la matanza de judíos en Lemberg en noviembre de 1918 para discutir los conceptos de crimen contra la humanidad y genocidio que concibieron dos juristas “lemberiks”, Hersch Lauterpacht y Rafael Lemkin.
La situación de Catalunya estuvo presente en la Conferencia de Paz cuando algunas delegaciones se opusieron a que cualquier minoría tenga la posibilidad de presentar sus reclamos ante la Sociedad de las Naciones, sin algún filtro de la secretaría y la anuencia de los gobiernos interesados: “It would clearly be inadvisable to go even the smallest distance in the direction of admitting the claim of the American negroes or the southern Irish, or the Flemings or Catalans to appeal to an interstate conference over the head of their own government. Yet if the right of appeal is granted to the Macedonian or the German Bohemians it will be difficult to refuse it in the case of other nationalist movements[34]”.
Otro responsable británico, en mayo de 1919, Sir James Headlam-Moreley, indicó:
“… sería muy peligroso permitir a los habitantes o ciudadanos de cualquier Estado apelar directamente a la Sociedad de las Naciones, y no sólo a través de sus Gobiernos. Si este principio es vulnerado podríamos llegarse a una situación en la que, por ejemplo, los francófonos de Canadá, los judíos americanos, los católicos en Inglaterra, los galeses, los irlandeses, los escoses, los vascos, bretones o catalanes podrían dirigirse a la Sociedad de las Naciones y denunciar los abusos a los que estuviesen sometidos[35]”
Las reivindicaciones catalanas no prosperaron ante la Sociedad de Naciones[36]. Además de las barreras formales, las iniciativas catalanas hubiesen tenido que superar las reticencias de uno de los más distinguidos funcionarios de la sección de protección de las minorías, Pablo de Azcárate[37], quien entre 1922 y julio de 1936 se desempeña en dicha sección y funge también como director[38].
Aquello que me sorprendió de la actuación de Pablo de Azcárate en la sección de la protección de las minorías se sintetiza en esta frase, escrita en julio de 1929: je ne crois pas possible d’affirmer que la Société des Nations soit appelée à prêter secours aux minorités, mais plutôt à garantir l’exécution des Traités des Minorités[39].
A mi entender, este pensamiento de Pablo de Azcárate refleja las dificultades que tiene la OIT cuando deja sin resolver algunos temas particularmente difíciles, en especial en relación con las minorías étnicas.
Las minorías étnicas reclaman ante la OIT por las persecuciones que sufren. Los mecanismos de control de la OIT no parecen estar a la altura de las expectativas que depositan los grupos más vulnerables de que todas las partes involucradas cumplan los compromisos asumidos cuando se ratifican los convenios internacionales del trabajo[40].
Las circunstancias presentes se asemejan demasiado a las condiciones que existían al crearse la Sociedad de las Naciones y la OIT. Se asiste a un atroz recrudecimiento de la violencia, lo que nos aleja de haber alcanzado la paz duradera con la justicia social que soñaron quienes compusieron la Comisión de la Legislación Internacional del Trabajo en 1919.
Discutir del “futuro del trabajo” es atractivo, los temas pendientes desde 1919 siguen sin resolver.
Agradecimientos
En primer lugar, quiero agradecer a Hug Palou i Miquel, el Director del Archivo municipal de Arenys de Mar por haber compartido informaciones sobre Rafael Martínez Ortíz y la construcción del mausoleo de Emilia Rovira. También Hug Palou i Miguel me indicó que no se debía confundir el nombre oficial del cementerio municipal de Arenys con la palabra «Sinera» que se utilizó en la recopilación de poesías « Cementiri de Sinera ». El poeta catalán Salvador Espriu, en la mencionada publicación, creó una palabra utilizando en sentido inverso las letras que componen el nombre de Arenys.
Quisiera expresar mi profundo agradecimiento a Pierre Sayour por haber traducido mi relato al francés. Pierre ha sido uno de los raros colegas del Departamento de Normas Internacionales de Trabajo que me sorprendió siempre por su modestia. Pierre es un gran sindicalista con quien en algunas oportunidades estuve en total desacuerdo.
Para no atentar contra la proverbial modestia de Pierre, quisiera terminar este relato con una historia que trata de Cuba, de la madre de Pierre y de mi trabajo en la Oficina. Entre septiembre de 1986 y marzo de 1987, cuando di mis primeros pasos en la Oficina, como stagiaire, Madame Sayour tenía un puesto estratégico en el departamento. Durante mi stage, yo mi desempeño cono consultor del Sistema Económico para América Latina, el SELA. En mi calidad de consultor del SELA, fui invitado a participar en la reunión ministerial del Grupo de los 77 prevista en La Habana, actividad preparatoria de una reunión de la CNUCED. Un charter de la compañía aérea cubana trasladaría el personal de la CNUCED y otros dignatarios que debían volar desde Ginebra para asistir a la Conferencia.
Mi intención era interrumpir mi stage en la OIT, lo que no le resultaba nada grato a quien había obrado para que obtenga un verdadero trabajo, mi muy querido amigo Héctor Bartolomei de la Cruz. Héctor comprendió rápido mi mayúsculo interés por las palmeras y que me disponía a dejar la faena en el departamento en un momento clave de la relectura, al terminar la reunión de la Comisión de Expertos, tarea que Héctor, en aquella época, tenía la alta responsabilidad de coordinar.
Yo debía asumir el malhumor de Héctor y obtener el consentimiento de algún funcionario de mayor jerarquía, es decir, de Monsieur Dao, el jefe de servicio. Para apoyar mi solicitud, delante de mí, Madame Sayour increpó al Señor Dao, el jefe de servicio, y le dijo que no podía retenerme si yo tenía la posibilidad de cumplir con un compromiso (remunerado) en otra parte.
Y viajé a Cuba, me alojé en el Hilton, fumé un cigarro, le di la mano a Fidel, comí langostas, visité la Bodeguita del Medio y otros lugares míticos.
Pese a mi escapada cubana, el departamento aceptó de retomarme por el restante de mi vida profesional.
Antes de concluir, quisiera también agradecer a Germán López Morales que piensa que yo he sido demasiado modesto en decir que el único resultado que tuve en mi carrera fue el de corregir el nombre del delegado cubano en la foto de la Comisión de Legislación Internacional del Trabajo. Tomando un café en La Biela, a pocos pasos de la tumba del Conde Zolotowksi, Mario Ackerman me recordó la energía que yo había puesto para obtener que la Comisión de Expertos se pronuncie sobre la necesidad de proteger a los trabajadores en caso de despido injustificado. Creo que otros colegas hubiesen podido defender, con idéntico éxito, el dogma del pleno empleo, productivo y libremente elegido, o asegurar la eficacia de las consultas tripartitas sobre normas internacionales del trabajo.
Para cerrar este relato, quisiera invocar una última vez el espíritu que reinó en el momento de la foto en 1919 y la memoria de algunos colegas y el apoyo de mi familia que han contribuido tanto a que mi trabajo en la Oficina haya sido muy ameno.
[1] Burgos, A., Contrastes europeos y orientación americana, Roma, Tipografía Failli, 1925.
[2] www.eltonodevoz.com . La foto del doctor Martínez Ortíz acompaña la nota de Jorge Ferrer cuyo título es “Primera transición…”, publicada el 16 de julio de 2007/16 de agosto de 2010.
[3] BIT, Commission de la législation internationale du Travail. Bulletin officiel, vol. I, (Genève), pp. 1-260 – Disponible en : http://www.ilo.org/legacy/french/lib/century/sources/sources1919.htm
[4] En 2017, con el título en francés Retour à Lemberg, Philippe Sands publicó un libro magistral: East West Street. On the Origins of “Genocide” and “Crimes against Humanity”, 2016. Ver también más adelante en la nota 33.
[5] “On January 23 [1919], the government of Czechoslovakia, capitalizing on Poland’s distraction, sent troops across the demarcation line established on November 5, 1918, by the two national councils, a frontier that largely conformed to the province’s ethnic composition. […] The next day, January 24, 1919, the Great Powers issued a “solemn warning” against further coups de main. Echoing their earlier empty admonitions to Romania and to Poland, the council proclaimed its collective moral and political authority over the entire region of Eastern Europe”. Fink, Carole. Defending the Rights of Others. The Great Powers, the Jews, and International Minority Protection, 1878-1939, Cambridge University Press, 2004, pp. 142-143.
[6] Información que figura en la página de Wikipedia sobre Samuel Gompel.
[7] Di Palma Castiglione, G. E., Italian Immigration into the United States 1901-4, The American Journal of Sociology, Vol. 11, No. 2, Sep. 1905. Disponible en: https://www.jstor.org/stable/2762660?seq=1#page_scan_tab_contents
[8] Nuova Antologia, 16 agosto 1928, fascicolo 1354, páginas 504-517
[9] Gramsci, A. Quaderni del Carcere, cuaderno II, párrafo 84.
[10] Eduardo Zamacois nace en Cuba en 1873 y muere en Buenos Aires en 1971. Novelista y periodista muy conocido en su época, sus obras han caído completamente en el olvido.
[11] Cuba en los años de la 1ª Guerra Mundial, http://www.elgrancapitan.org/portal/index.php/articulos3/historia-militar/569-cuba-en-los-anos-de-la-1-guerra-mundial
[12] “Estados Unidos concertó la compra global de las zafras cubanas y los precios estuvieron determinados por sus mecanismos de control para la guerra, de manera que en 1917-1918 se pagó a 4,60 centavos la libra y en 1918-1919 a 5,50. Era la principal contribución que Cuba estaba haciendo a los aliados en la contienda mundial. Por otra parte, este período significó el momento de mayor entrada de capital estadounidense en Cuba, al punto que la Isla pasó a ocupar el primer lugar como receptora de ese capital en el continente”. Lopez Civeira, F., El dulce cubano en la Primera Guerra Mundial, 6 de agosto de 2104, http://www.trabajadores.cu/20140806/el-dulce-cubano-en-la-primera-guerra-mundial/
[13] Burgos, A., Contrastes europeos y orientación americana, Roma, 1925, págs. 117-118.
[14] Burgos, A., ibíd., págs. 118-119.
[15] Fernando Ortiz (La Habana, 1881-1969). La Fundación Fernando Ortiz en La Habana ( http://www.fundacionfernandoortiz.org/index.php) ofrece las siguientes informaciones: F. Ortiz comienza sus estudios de derecho en la Universidad de La Habana, obtiene una licenciatura de la Universidad de Barcelona en 1900 y un doctorado en Madrid en 1901. En 1902-1905, se desempeña en el servicio consular cubano en Italia, y asiste a las lecciones de criminología de Cesare Lombroso y Enrique Ferri. Con un prólogo de Cesare Lombroso, F. Ortiz publica Hampa Afro-cubana. Los negros brujos. Apuntes de etnografía criminal, en 1906. Durante una década (1917-1927), F. Ortiz fue electo en la Cámara como representante del Partido Liberal. Se considera a F. Ortiz como “el precursor de los estudios sobre la cultura de origen africana en Cuba… en su obra fundacional el Contrapunteo cubano del tabaco y el azúcar [1940] introduce el concepto transculturación, considerado por Bronislaw Maniloswski como uno de sus mayores aportes a la antropología cultural”. En Estados Unidos, se publicó un libro en su honor: Cuban Counterpoints: The Legacy of Fernando Ortiz, Edited by Mauricio A. Font and Alfonso W. Quiroz. Lexington Books, 2005.
[16] Cuba en la Paz de Versalles. Discurso pronunciado en la Cámara de Representantes en la sesión del 4 de febrero de 1920 por Fernando Ortiz, Vicepresidente de la Cámara por el Partido Liberal. Imprenta y papelería La Universal, 1920. Publicación catalogada en la Library of Congress que no aparece en la lista de publicaciones de la Fundación Fernando Ortiz.
[17] El principio dirigente de que “el trabajo no debe considerarse simplemente como mercadería o artículo de comercio” fue adoptado por la Comisión de Legislación Internacional del Trabajo, en la reunión que tuvo lugar en París, el 11 de marzo de 1919, a la unanimidad, por los 11 votos favorables de todos sus miembros. Dicho texto fue incorporado al artículo 427 del Tratado de Versalles. En la Declaración de Filadelfia (mayo de 1944), que se incorporó a la Constitución dela OIT, se simplificó la expresión de 1919 y se dijo: “el trabajo no es una mercancía”.
[18] Cosme de la Torriente pronunció dos discursos para destacar la importancia de la votación en favor de don Antonio y las dificultades diplomáticas superadas para lograr su elección, en marzo de 1922, en oportunidad de la quinta conferencia anual de la Sociedad Cubana de Derecho Internacional. La mencionada conferencia contó con la presencia de James Brown Scott (Estados Unidos), Alejandro Álvarez Jofré (Chile) y Luis Anderson Morúa (Costa Rica). Cosme de la Torriente, ‘Bustamante and the Permanent Court of International Justice and Cuba’ y ‘The United States of America and the League of Nations’, International Conciliation, septiembre de 1922.
[19] C. Wilfred Jenks (1909-1973) fue el sexto Director General de la OIT. Su biografía más detallada se encuentra en: Jaci L. Eisenberg, ‘Jenks, Clarence Wilfred’ in IO BIO, Biographical Dictionary of Secretaries General of International Organizations, Edited by Bob Reinalda, Kent J. Kille and Jaci Eisenberg, http://www.ru.nl/fm/iobio.
[20] The Contemporary Review, February 1931, págs. 209-218.
[21] Ibíd., p. 211.
[22] Alejandro Álvarez Jofré (1868, Santiago de Chile-1960, Paris) logró ser juez de la Corte Internacional de Justicia desde 1946 hasta 1955 escribiendo “las célebres Opiniones Disidentes de uno de los casos sobre el Sahara Occidental, citados por Henkin y Schachter como la base del derecho internacional del desarrollo. Escribió innumerables obras sobre derecho internacional público”, según dice Wikipedia. Ver también la referencia a Álvarez Jofré en la nota 18.
[23] En la Corte Permanente, se desempeñaron solamente dos jueces brasileños: durante muy pocos meses antes de su muerte, Ruy Barbosa de Olivera (1922-1923) y luego Epitacio da Silva Pessôa (1924-1930). Informaciones extraídas de una publicación de la Secretaría de la Corte Internacional de Justicia: El Tribunal Permanente de Justicia Internacional, La Haya, 2012, pág. 206.
[24] El doctor José Gustavo Guerrero (San Salvador, 1876 – Niza, 1958) estudió en la Universidad de El Salvador donde se destacó por su actividad política militando en contra del General Rafael Antonio Gutiérrez, Presidente de su país. Debió continuar sus estudios de derecho en la Universidad Nacional de Guatemala, donde se graduó en 1898. Ese año, el doctor Guerrero regresó a El Salvador donde inició una actividad política que lo llevó a ser Ministro de Relaciones Exteriores (1927-1928) y presidir la Asamblea de la Sociedad de Naciones de 1929 a 1930. El Dr. Guerrero fungió como magistrado y presidente de la Corte Permanente Internacional de Justicia hasta que se disolvió en 1946. El doctor Guerrero fue nombrado en la Corte Internacional de Justicia y fue su primer presidente (1946-1949).
[25] Francisco José Urrutia Ollano (Popayán, 1870 – Bogotá, 1950) jurista, político y diplomático colombiano. Luego de ser Ministro de Relaciones Exteriores (1908-1909, 1912-1914), representa a Colombia ante la Sociedad de las Naciones y la OIT. En 1931, preside el Consejo de la Sociedad de Naciones y obtiene su nombramiento como Juez de la Corte Permanente (1932-1942).
[26] Julio López Olivan (1891-1964), diplomático español, se encuentra en la Embajada en Londres donde habría aprovechado su función para utilizar los fondos depositados de la República española para comprar armas destinadas a la rebelión. Con el nombramiento de Pablo de Azcárate en la Embajada en Londres, se lo desplaza a López Olivan quien va a ocupar la Secretaría de la Corte Permanente en La Haya desde octubre de 1936 hasta 1946. López Olivan fue también Secretario de la Corte internacional de Justicia entre 1953 y 1960. Sobre Pablo de Azcárate ver más adelante notas 35-39.
[27] Las siguientes ratificaciones se registraron el 7 de julio de 1928: Convenio núm. 13 (cerusa (pintura)), Convenio núm. 16 (examen médico de menores (trabajo marítimo)), Convenio núm. 22 (contrato de enrolamiento de la gente de mar), Convenio núm. 23 (repatriación de la gente de mar).
[28] Las siguientes ratificaciones se registraron el 6 de agosto de 1928: Convenio núm. 3 (protección de la maternidad), Convenio núm. 4 (trabajo nocturno (mujeres)), Convenio núm. 5 (edad mínima (industria)), Convenio núm. 6 (edad mínima (menores)), Convenio núm. 7 (edad mínima) (trabajo marítimo)), Convenio núm. 8 (indemnización por desempleo (naufragio)), Convenio núm. 17 (indemnización por accidentes del trabajo), Convenio núm. 18 (enfermedades profesionales), Convenio núm. 19 (igualdad de trato (accidentes del trabajo)), Convenio núm. 20 (trabajo nocturno (panaderías)),
[29] Editorial “Le livre libre” 141, Boulevard Péreire, Paris, 1929. La versión digital de los dos volúmenes se pueden consultar en la Biblioteca Digital Hispánica: http://bdh.bne.es/bnesearch/detalle/bdh0000015405n
[30] Rafael Montoro (1852-1933), fundador e ideólogo del Partido Autonomista Liberal, al que perteneció también el doctor Martínez Ortíz. Rafael Montoro fue Secretario de Estado durante la presidencia del general Machado, al igual que el doctor Martínez Ortiz.
[31] Tomás Estrada Palma (1835-1908) fue el primer presidente electo de Cuba (1902-1906).
[32] Según El Mundo, el doctor Martínez Ortiz habría fallecido en Fontainebleau, en 1932. En la mairie de Fontainebleau me dijeron que no había ninguna tumba en el cementerio municipal a nombre de Rafael Martínez Ortiz.
[33] Ph. Sands, Retour à Lemberg, op. cit., página 110.
[34] Alfred Zimmern, Paper on the League of Nations, FO 371/4353 (PC 29/29), citado por C. Fink, Defending the Rights of Others, op. cit., página 154 nota 136.
[35] J. Headlam-Moreley, Memorandum on the Right of Appeal of Minorities to the League of Nations, 16.V. 1919, en A memoir of the Paris Peace Conference, 1919, Londres, 1972, págs. 108-109, citado y traducido al español por Xosé M. Núñez Seixas, La cuestión de las minorías nacionales en Europa y la Sociedad de las Naciones (1919-1939): el contexto histórico de la actuación de Pablo de Azcárate, en Pablo de Azcárate, Minorías Nacionales y Derechos Humanos, Congreso de los Diputados, 1998, página 67.
[36] Xosé M. Núñez Seixas, Nacionalismo y política exterior: España y la política de minorías de la Sociedad de las Naciones (1919-1936), Hispania (Madrid), 55:189 (1995: enero/abril).
[37] La Comisión de Asuntos Exteriores del Congreso de los Diputados y la Universidad Carlos III de Madrid publicaron un libro en honor de Pablo de Azcárate, Minorías Nacionales y Derechos Humanos, Madrid, 1998. La obra incluye una semblanza redactada por su hijo Manuel Azcárate, el estudio de Núñez Seixas mencionado en la nota 35 y la traducción al español de los trabajos de Pablo de Azcárate publicados originalmente en inglés.
[38] Pablo de Azcárate renunció a su alto cargo en la Sociedad de las Naciones y se ocupó de la representación diplomática de la República española primero en Paris y luego en Londres donde desplazó a Julio López Olivan. Sobre Julio López Oliván, ver antes nota 26.
[39] Nuñez Seixas, Nacionalismo y política exterior, op. cit., nota 90.
[40] https://natanelkin.com/2018/06/13/matanza-de-dirigentes-indigenas-de-saweto-sin-condenar-la-oit-deja-prosperar-la-impunidad/
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